sábado, 25 de octubre de 2008

Sutilezas

¡Despierto!
por el ágil y sereno revoloteo
que madruga a las aves.

¡Despierto!
por el cálido haz
de luz mañanero,
que alumbra un nuevo día.

¡Siempre tan despierto!
Paladeando minuto a minuto,
los sabores de esta vida,
los rincones más secretos.

Recuerdo

Olvido, que fui más tierno,
y mucho más comprensivo,
porque nada es lo que parece;
dejo atrás más de un fracaso,
no tiene sentido llevarlos conmigo.

Olvido, que tuve penas,
lágrimas de cocodrilo,
a causa de la esperanza
y creer que era cierto.

¡Adiós!
a los exámenes de lengua,
ya nadie los puntúa,
- tampoco yo lo hago -.
¿Tal vez pueda utilizarlos
para encender el fuego?
Ni ramas de ciencia
ni academias pagadas:
mi ego sigue marcado
por la escuela de la calle.

Olvido que, pocas veces
enseño mi verdadero rostro,
que está tapado con máscaras,
que me dejo llevar mar adentro.

Mercado de almas

Vendo mi alma, y sufro
el olvido, y la fuerza
del que ya no espera,
la osadía de ensimismarme
y conocer mis deseos;
logro el equilibrio, y siento
lo arcano, y la lejanía
de la costumbre del horizonte.

Siento mi presencia, y río
— ¡y lloro, y tiemblo!—,
al acariciar con mi tacto
la delicia de conocerme:
ardua tarea
por caminos bregados;
¡ni Dios, ni Diablo!
títere fleco,
que con alma y materia,
viaja hacía un fin marcado.

¡Libre!
de pros y contras,
de mudas de piel.
¡Soberano!
—en mi propio reino—
de oros y copas,
de espadas y bastos,
donde veinte y cuarenta,
son las jotas de mi tierra.

Rota ya la mordaza, encuentro,
—compleja y hechicera—
la riqueza de la palabra,
el torrente en un caudal,
la estampa del ser único,
brotar un manantial.

¡Jirones!
que a tijeretazo claro
desgarré un mundo.
¡Garras!
de lobo, águila, fiera,
si arañan tan bien la tela.